Como superar el hambre emocional

como superar el hambre emocional

Os traigo otro tema bastante recurrente y que debemos tratar en este blog. En este caso se trata del hambre emocional.

 

Episodios ansiosos que a todos, o casi todos, nos ha pasado (también, por supuesto, que yo misma he sufrido).

 

Y es que a veces tratamos de rellenar, tapar u ocultar aspectos o problemas de nuestra vida con comida. Sin ni siquiera tener hambre, apetito o incluso ganas de comer, pero comemos. ¡Y en condiciones!

 

Que es el hambre emocional

El hambre emocional o la ingesta emocional es el uso de alimentos para sentirse mejor. En otras palabras, tratamos de satisfacer nuestras necesidades emocionales a través de la comida, y comemos por eso, no por el hambre física, que es la necesidad de nutrir nuestro cuerpo.

Como ya sabréis, las elecciones de los tipos alimentos en estos momentos de ansiedad emocional suelen ser… como bastante poco saludables o muy altamente calóricas (aún no conozco a ninguna persona que tenga este tipo de atracones de brócoli, o de tomate, aunque estaría bastante interesada en tratar con ellxs).

La cuestión es que gestionar este tipo de momentos, en los tiempos que vivimos en que, ir corriendo (literal) es lo más común en nuestro día a día, no es tarea sencilla.

Dejando en claro que si se repite muy a menudo, hay un problema psicológico que seguramente debiéramos tratar, hay otras formas de poder mediar de la mejor forma posible con este tipo de “descontroles”.

Hambre emocional VS hambre real

La sensación del hambre real es un mecanismo para recordarnos nuestras necesidades básicas y biológicas, es decir que nuestra supervivencia sin alimentos está en peligro. El hambre real aparece poco a poco, advirtiendo a nuestro organismo que nuestros cuerpos necesitan alimentos para funcionar correctamente (al igual que un automóvil necesita combustible para funcionar correctamente).

 

Por otro lado, el hambre psicológica o emocional suele aparecer de repente y se presenta como una reacción o advertencia, indicando que existe un problema en nuestro mundo interior y emocional. Podemos definirlo como un indicio de que existen dificultades para expresar y manejar nuestros sentimientos. La comida se utiliza como método calmante para apaciguar la tristeza, la ira, el dolor…

 

Es importante que te des cuenta de que el hambre emocional nunca se satisfará con la comida, por eso este sentimiento no desaparece cuando comes, y continúa la sensación de que no puedes llegar a una completa plenitud. La causa que te llevó a esto no habrá desaparecido y tu reacción impulsiva te hará sentir aún peor.

 

A diferencia del hambre real, el de alimentarse de forma emocional es un proceso que se adquiere desde nuestra niñez a través de conexiones que hacemos entre las emociones y los comportamientos alimentarios.

 

Como controlar el hambre emocional

Cuando el hambre emocional se ha vuelto «patológico», conduce a comportamientos disfuncionales, como comer ansioso, comer forzado y comer en exceso.

 

En redes y webs podrás ver consejos tipo: “ponte tu música favorita”, “sal a caminar”, “baila”, “medita” (yo que aún no puedo apenas meditar en situación normal de tranquilidad)… En la mayor parte de los casos no es factible ni aplicable (habrá algunos que sí), y entiendo que en general, no se puede adaptar en muchas ocasiones

 

Mi consejo “Number One” va a ser…: no tener alimentos altamente fáciles de comer en momentos de máxima ansiedad. No se lo pongas fácil a tu estrés. Si tienes frutos secos en casa, intenta guardarlos en bolsitas independientes (al menos eres consciente que estás abriendo 20 de ellas) y no en un bote en el que puedes echarte la mitad; ten chocolate con alto porcentaje en cacao, que no sea taaaaaan dulce que nos haga incapaces de dosificar; nada de untables insanos, helados, gominolas….

 

Todos sabemos que No deberíamos tener en la cocina de habitual.

Así, cuando la mente no pueda obtener la satisfacción momentánea que busca en los alimentos superfluos y cargados de grasas, sales o azúcares, lo buscará en otras cosas.

En actividades o momentos, en charlas o silencios.

 

Otro punto esencial a tener en cuenta será considerar cómo podemos evitar o disminuir que se produzca esta situación.

 

El primer paso puede ser comprender que la comida no es el foco del problema, sino una «tapadera». Debemos pensar qué cubrimos con la comida y qué quiere decirnos esta situación, podría ser un buen comienzo para solucionar la situación.

 

Presta atención a las sensaciones físicas para distinguir entre hambre física y hambre emocional; en este sentido, practicar la alimentación consciente puede ser una herramienta.

 

Más tips para diferenciar hambre emocional y hambre física

1.- Intenta poner nombre a las cosas y no evadirlas. Ten una visión objetiva y crítica de ti mismo, date cuenta de en qué o cómo necesitas ayuda. Enumera y pon etiquetas a los problemas y lo que te hace sentir así.

2.- Consulta a un profesional, ya sea nutricionista o psicólogo (o incluso ambos si la situación lo requiere).

3.- Reserva tiempo para ti mismo a la hora de aplicar las herramientas que te brindan los profesionales, porque los hábitos son difíciles de cambiar. Si no has acudido aún a ningún profesional, párate en algunos momentos (solo tú, sin distracciones) para analizar, comprender y buscar alternativas a lo que estás sintiendo.

4.- Cuando de repente sientas que estás comiendo mal o fuera de contexto, realiza técnicas de relajación y respiración. Según profesionales, en muchas ocasiones será suficiente tres o cuatro respiraciones profundas.

5.- No te dejes cegar por la sensación de «me gusta» y con ellos dejarte llevar. Es necesario distinguir entre las necesidades físicas de alimentación y la alimentación compulsiva. Analiza si está impulsada por tus emociones.

6.- Revisa si la cantidad de alimentos que ingieres durante el resto de día es suficiente, ya que quizás tienes déficit y esto deriva en hambre compulsiva.

 7.- Hacer cosas que puedan distraernos de nuestro deseo de comer sin hambre real. Muchas veces un simple cambio de actividad puede ayudarte a frenar estas ganas y darte tiempo a recapacitar.

Respira hondo y no tapes tu problema con chocolate. Sigue estando ahí, ¡pero hasta arriba de azúcar!